2/08/2006

GUAYAQUIL, MEMORIA EN EL OLVIDO

Por: Andrés Felipe Ochoa
felipe_8a@epm.net.co
En pleno centro de Medellín se encuentra Guayaquil, un sector que aún no cicatriza de sus años de gloria y perdición. Guayaquil es nostalgia, recuerdos incompletos, un pasado que algunos añoran y otros no quieren recordar, pero más que un lugar es una historia demarcada por las vivencias de quienes con esfuerzo lucharon por subsistir.

En Guayaquil ya no se escucha el vaivén del tren que llega cargado de pueblerinos con el sueño de un futuro prometedor, ni se ven por sus calles los cientos de exiliados del resto de la ciudad. No andan por allí los astutos ladrones en busca de una billetera o un reloj marca Ferrocarril o una cartera que se llevaran sin mayor evidencia, tampoco quedan muchas de esas mujeres dispuestas a compartir un instante de pasión por algo de dinero.

Las casas y edificios de fachada europea pero interior paisa que se imponían anunciando un Medellín elegante y civilizado han caído para permitir que otros de avanzado diseño arquitectónico se eleven al firmamento tratando de convencernos que vivir en el pasado solo retrasa el nunca alcanzable progreso.


Pero si de cambios se trata, el más notorio es el ambiente, pues en Guayaquil ya no se respira el olor de las frutas y verduras que se vendían en la plaza Cisneros o en ese gran mercado que haciendo referencia a sus calles se conocía como el Pedrero, tampoco se escucha el murmuro de centenares de personas que ha diario visitaban el sector, unos para comprar, otros para vender y muchos otros para entrar en prolongadas tertulias donde se pone en manifiesto como la vida, poco a poco concluye.

Ya no se escuchan allí las viejas pianolas de cantina y bares bohemios en las que se reproducían las siempre vivas canciones de Olimpo Cárdenas, Ortiz Tirado, Carlos Gardel y Argentino Ledesma entre muchos otros que le sumaban al sector la nostalgia, el despecho y el recuerdo.

Sin embargo en este Guayaquil que ya nadie reconoce y que algunos apenas empezamos a descubrir, todavía quedan restos de lo que fue y muchos quisieron que no fuera. Allí entre almacenes, graneros, talleres y uno que otro bar, quedan lugares y personas que han permanecido en el sector; algunos porque se aferran a su pasado y otros porque han vivido con la esperanza de que el mañana será mejor.

Es el caso de Rocio Morales, una mujer de 57 años, 1.60 de estatura, contextura delgada, cabello corto y ojos saltones, que ha permanecido en el sector y presenciado por casi medio siglo todos los cambios para bien y para mal que ha tenido éste.

Doña Rocío llego a Guayaquil hace 40 años, a trabajar en una tienda de discos llamada “El Tiple” –una de las primeras en esta categoría-. Pero 5 años más tarde lo hizo como vendedora de mostrador en el almacén “La Cita” donde actualmente se desempeña.

El almacén es un local más bien angosto que no parece tan antiguo ya que en las vitrinas principales se exhiben radios, teléfonos y equipos de sonido de última generación. Al entrar se pueden observar parlantes, megáfonos y pequeñas plantas de sonido exhibidas en las estanterías de lado y lado del local, y al fondo entre otras señoras que se dedican a reparar parlantes se encuentra doña Rocío dispuesta a atender su clientela y a curiosos que como yo queremos saber un poco más de ese Guayaquil que se ha ido antes de que lo pudiéramos apreciar.

El almacén no siempre se ha dedicado a vender este tipo de productos, algunos años atrás se vendían fogones, lámparas de petróleo, radios, discos y casettes. Recuerda doña Rocío las disqueras más reconocidas de la época como es el caso de Discos Fuentes, Zeida, Victoria, Sonolux y CBS. “En ese tiempo no existían los CD’s, la música venía en discos de acetato que se clasificaban de acuerdo a las revoluciones por minuto (rpm). Así se conocían discos de 78 que solo contenían una canción por cada lado, los de 45 parecidos a los anteriores pero mucho más pequeños y con una mejor calidad de sonido y los de 33 rpm que podían contener hasta 7 canciones por cada lado.

En aquel entonces eran los discos los que mandaban la parada en las ventas comerciales junto con algunas radios y radiolas de marcas como RCA Victor, Philips, Veltec, Motorota y algunas otras que llegaban desde el exterior.

Los mejores clientes eran conocidos como los “paqueteros” que eran personas que venían desde los pueblos a comprar discos en grandes cantidades para luego revenderlos. Sin duda alguna el ferrocarril y la ubicación del sector favorecían el comercio de aquella época, aunque también favorecían la delincuencia con los cientos de jóvenes y jovencitas que llegaban desde los pueblos y veredas, escapados de sus casas y que terminaban aprendiendo las más sutiles técnicas del robo y la prostitución.

Los ladrones de la época eran ágiles pero con el miedo entre las piernas, por lo que en su mayoría eran bolsilleros que se escabullían por entre la multitud o se refugiaban en los edificios Carré y Vásquez –nidos de delincuencia en el sector-.

Pero todo esto parece que ha cambiado o por lo menos así lo afirma doña Rocío quien sin dudarlo prefiere este Guayaquil de hoy, a ese que tuvo que vivir y que algunas veces quiso dejar por miedo a la falta de seguridad y de presencia de las autoridades de la ciudad.

Guayaquil aun respira en ese lugar estratégico de la ciudad, sin embargo su historia desaparece al ritmo de sus edificaciones, de su gente. Su historia esta plasmada en la memoria del olvido, memoria que una vez más quedará sepultada junto a los cuerpos de quienes vivieron para contar.

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